La liturgia del Adviento aparece internamente relacionada con otra dimensión fundamental de la fe y de la esperanza cristiana: la que profesamos en el Credo al decir: «Y de nuevo vendrá con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos. Y su Reino no tendrá fin».
El «advenimiento» de Cristo no es sólo el primer advenimiento, en humildad y ocultamiento de su divinidad, para compartir nuestra pequeñez humana, dar ejemplo de anonadamiento, y consumar nuestra Redención por el sufrimiento y la muerte, sino también el segundo advenimiento, glorioso, para juzgar como Rey al Universo.