Pensamiento

Prólogo a la Miscelánea con motivo de su 75 aniversario

Cardenal Marcelo González Martín

No necesita el Dr. Canals presentaciones circunstanciales, como sería la que hiciéramos de él en este caso. Pero sí que necesitamos nosotros ofrecerle el reconocimiento que le debemos por tantos títulos, a los que se ha hecho acreedor durante los años de su magisterio.

Ha sido el profesor eminente, a quien le ha correspondido vivir un largo y accidentado período de actividad docente, durante el cual ha descollado como Saúl entre los filisteos, manteniéndose siempre enhiesto y militante, no para agredir sino para defender la verdad, percibida no solamente a través de la revelación cristiana, sino de la historia y de la luz de la razón.

Él ha sido siempre un filósofo, en el más estricto sentido de la palabra, y entregado al estudio de la metafísica, y más concretamente de la ontología. Su mente poderosa le ha llevado a considerar siempre la naturaleza de las cosas, de la persona y de la sociedad, para deducir de ahí reflexiones y juicios de índole ética y sociopolítica, algunos de los cuales fomlan parte de la presente miscelánea.

Esa capacidad a la que aludo le hace moverse con pleno dominio, no ciertamente sin el auxilio de la historia, en el análisis y enjuiciamiento de las herejías antiguas y modernas, en la inteligencia exacta, que a otros les es negada, de la doctrina de la Iglesia, de sus cambios, del Magisterio pontificio, de lo que puede o no admitirse como reflexión intelectual en armonía con la fe. Y no solamente ha sido en su cátedra: fuera de ella también, en congresos y tribunas muy diversos, en cursos de conferencias en España y en otras naciones europeas, en coloquios, colaboraciones en revistas varias, como se puede apreciar en este mismo volumen, ha difundido sus pensamientos sin encogimiento alguno, ni temerosidad a los calificativos, que en nuestra época han hecho que aparezcan con tanta facilidad los cobardes y claudicantes. El Dr. Canals, no. Nunca ha huido, ni ha callado, simplemente ha sido fiel y consecuente.

Esta integridad cristiana de sus pensamientos, y pública actuación en los ambientes en que se ha movido, se debe, creo yo, a una excelente formación desde sus años juveniles y, sobre todo, a su pertenencia a Schola Cordis Iesu, la gran obra del jesuita P. Orlandis, que tanto influyó en ciertos círculos académicos de Barcelona. He tenido ocasión de comprobar esta labor apostólica del ilustre jesuita durante los años de mi Pontificado en Barcelona. No se limitó a presentar la devoción y culto al Corazón de Cristo como un medio excelente de reparación y expiación, sino que templó al cristiano que se acercó a él en el horno ardiente de caridad que es el Corazón de Jesús, y así marcados, los que pertenecían a esa escuela estimaron como un empeño irrenunciable tratar de que ese Corazón de Cristo reinase en el corazón del hombre y del mundo.

Con posterioridad, y siendo yo Cardenal Arzobispo de Toledo, Primado de España, he tenido la satisfacción de erigir una sección de Schola Cordis Iesu en esta Diócesis, a la que pertenecen algunos sacerdotes y seglares. Estoy seguro de que traerá grandes bienes a la comunidad diocesana. Del Dr. Canals puede decirse también que no ha dejado de denunciar la orfandad moral de nuestra época, y los desastres que se han producido, pero nunca ha perdido la esperanza de un resurgimiento, esperanza que brota también de la devoción y fe en el Corazón de Cristo. No me parece ocioso evocar la figura insigne del P. Ramiere, S.I., primer Director mundial del Apostolado de la Oración, teólogo eminente, profesor de Filosofía del Derecho en la universidad católica de Toulouse, en el siglo pasado.

En su obra Las esperanzas de la Iglesia hizo un análisis profundo de la situación, tan lamentable en el orden religioso y moral, que se iba acentuando en Francia, y de las consecuencias previsibles que era de temer se producirían. Pero aún fueron más elocuentes y notables las páginas que escribió sobre la prueba y el triunfo, la cruz y la corona de la Iglesia, triunfo y corona que la Iglesia conseguirá aun en este mundo, porque esta es la voluntad de Dios. El Dr. Canals, como profesor en su clase, como conferenciante en su tribuna, es un hombre al que hace arder su convencimiento, que se comunica a discípulos y oyentes como una fuerza que conmueve y arrastra. Escribe, por ejemplo:

«debemos arraigamos en la convicción de la oportunidad y armonía del evangelio, del amor misericordioso que llama al acatamiento de la soberanía de Dios, respecto de las necesidades de la humanidad frustrada en su desarrollo y progreso, y fracasada en sus esperanzas terrenas, en la medida en que se cierra y vuelve de espaldas a lo único que podría traerle paz» (De El culto al Corazón de Cristo ante la problemática humana de hoy, enero de 1970).

Son palabras que, con otro estilo, y laudable concisión, parecen un eco de las del P. Ramière. Ni puede ser de otro modo, cuando se admite y se cree en el Corazón de Cristo, como motor de la vida individual y social.

Me uno a las felicitaciones que recibe el Dr. Canals con este motivo de cumplir sus 75 años, y deseo vivamente que otros le sigan en su camino, el que ha transitado en la Universidad de Barcelona en nuestro tiempo, con rigor científico, con serena e intrépida confesión de su fe cristiana, y con su entrega generosa a hacer el bien en el orden del pensamiento y con el ejemplo de su vida.