Filosófico

Pensamiento filosófico

Francisco Canals Vidal

Se inscribe la filosofía del dr. Canals en el tomismo, siguiendo no sólo las enseñanzas de su maestro, el padre Orlandis, sino también muy conscientemente la recomendación de la Iglesia y el mensaje de los Papas: “el apartarse de santo Tomás, principalmente en las cuestiones metafísicas, nunca se hará sin grave detrimento”; y también: “es absolutamente falso que sea conciliable la fe con cualquier filosofía”. Canals había asumido esta recomendación como convicción propia, y así la transmitía a los demás.

Era además su tomismo, como lo describió Eusebio Colomer, “un tomismo empapado de la mejor tradición agustiniana y en constante diálogo crítico con el pensamiento moderno y contemporáneo” (“Lenguaje y conocimento” en La Vanguardia 21-I-1988, p. 34). Gracias a su hondo conocimiento de la patrística, de san Agustín y de los doctores medievales, reconocía y podía evidenciar el sentido plenamente eclesial del teólogo santo Tomás, es decir, su entronque con los Padres, su recepción de las actitudes y las ideas más nucleares y geniales de san Agustín y su fidelidad al magisterio de los antiguos concilios y de los Papas.

Y en cuanto a lo más intrínseco del tomismo, huelga decir que Canals fue un profundo estudioso, por un lado, de Aristóteles y, por otro, de la escolástica y de los mejores comentaristas de Santo Tomás. Conocía muy bien a Tomás de Vio, el Cayetano, de quien apreciaba el opúsculo De nominum analogia, a la vez que le refutaba su concepción inmediatista del conocimiento. Del Cursus Theologicus de Juan de Santo Tomás recibe, advertido por el p. Orlandis, la tesis del carácter locutivo del entendimiento. A Domingo Báñez lo cita como clarividente testigo del “olvido del ser” incluso entre los tomistas. A Raimundo Lulio, a San Buenaventura o a Francisco Suárez, Canals los aprecia sobre todo por sus enseñanzas teológicas, particularmente en teología de la historia o en la teología de San José.

Es característico de Canals, y viene a ser un aspecto clave de lo que constituye su aportación como filósofo, el redescubrimiento de tesis y de aspectos olvidados en el tomismo de los siglos XIX y XX, e incluso en el pensamiento moderno en general. Canals no tenía la pretensión de ser original ni aportar novedades al pensamiento filosófico; sí en cambio de enderezarlo y encauzarlo hacia la verdad. En este sentido, sobre todo, situamos su fundamental redescubrimiento del carácter locutivo del entendimiento y toda su metafísica del conocimiento, que, desde el punto de vista filosófico, constituye la contribución capital de Francisco Canals. En palabras del p. Abelardo Lobato, O.P., que recoge Eudaldo Forment, Canals logró “una penetración nueva en el tema del conocimiento” (Lobato, Abelardo “Francisco Canals Vidal: Sobre la esencia del conocimiento” en Angelicum 66/3 (1989) 368-371, p. 368, apud Forment, Historia de la filosofía tomista en la España contemporánea p. 442).

Su punto de partida se halla plasmado en lo que denominó los “preaecognita”, los conocimientos previos ya poseídos y necesariamente supuestos para que pueda existir y tener sentido la pregunta y cualquier investigación sobre el conocimiento humano. Aunque la totalidad de los praecognita es imposible de sistematizar, Canals enumera en Sobre la esencia del conocimiento, siete de ellos, cuya explícita formulación resulta de una ayuda capital. El primero afirma que la existencia del conocimiento es un per se notum, un principio evidente por sí mismo. Otros se refieren al sentido del término “conocimiento” y a lo que se entiende por “entender”. Se añaden también las afirmaciones acerca de que “es el hombre quien conoce”, “el conocimiento se origina en los entes reales” y “el conocimiento se expresa en el leguaje del hombre”. Estos praecognita representan, como lo ha sugerido E. Colomer, la roca sobre la que Canals edificó, y que “toda reflexión filosófica sobre el tema habrá de tener siempre bien presentes, si no quiere edificar sobre la arena” (E. Colomer “Entorn del llibre de F. Canals i Vidal: «Sobre la esencia del conocimiento»” a Espíritu 97 (1988) p. 81).

Canals aceptó para su pensamiento la denominación de “realismo pensante”. Su investigación sobre la esencia del conocimiento se mueve en la exigencia de una ontología del sujeto cognoscente, necesaria para superar el formalismo del criticismo trascendental kantiano. A la vez, contra todo intuicionismo, acepta que entender es concebir, o sea, formar interiormente un verbo mental, un término objetivo inmanente al entender mismo, en el cual se llegan a entender las cosas. Pocos pensadores en la historia de la filosofía se han ocupado en elaborar o han intentado siquiera dar una definición de la naturaleza del conocimiento.

Un segundo elemento en el que se situa una importante aportación de nuestro autor, es el diálogo con el pensamiento moderno y contemporáneo. Por mencionar sólo los más destacados entre los autores que estudiaba y con los que discutía: Spinoza, Kant, Fichte, Hegel, Nietzsche, Kierkegaard, Balmes, Bergson, Heidegger. Mientras se podría decir que su sistema se opone toto coelo y niega simplemente la globalidad del sistema spinoziano, en cambio su postura respecto a Kant es completamente otra. Nos las hemos aquí con uno de los rasgos más sobresalientes de la audacia y la genialidad de Canals. Sin duda derriba, desde el tomismo más auténtico, yendo más allá de Maréchal, el sistema kantiano. Pero lo hace a la vez que encuentra en el filósofo de Königsberg a un redescubridor agudo y casi único entre los modernos, de verdades esenciales, contenidas ya en Aristóteles (aunque Kant no lo supiera), y que le habían llevado hasta el umbral de la verdad. La superación del kantismo que elabora Canals en artículos como “Sobre el sentido de la revolución copernicana” o “Sentido de la deducción subjetiva en el «intento capital» de la Crítica” y en el libro Sobre la esencia del conocimiento, es a nuestro juicio, de las que hacen historia.

Por fin, el otro aspecto crucial de su aportación en el terreno de la filosofía se halla en la exigencia de síntesis, una síntesis que “está por hacer”, y a la que Canals quiere contribuir aceptando una invitación que el padre Orlandis lanzaba en un enigmático escrito “A un amigo «imaginario»”. Decía en este escrito que deseaba alentar a ese amigo imaginario a “emplear las fuerzas que Dios le da en una empresa tan útil para las almas cristianas y para la gloria de Dios”, a saber, “el intento de reconstruir integralmente la síntesis tomista.”

Respecto a esta exigencia de síntesis, permítasenos a continuación citar in extenso unos párrafos de nuestro artículo en el número necrológico de Cristiandad:

“Canals apreciaba de un modo singular en santo Tomás su capacidad de armonizar lo que generalmente se tiene por opuesto e incluso por enfrentado. No nos referimos a la oposición del bien y el mal, o del saber y la ignorancia, que a fin de cuentas son oposiciones privativas, sino a aquellas aparentes oposiciones entre perfecciones positivas, que la mayoría encuentra difícil de hacer compatibles. Dice Canals que «Santo Tomás busca que sus raciocinios y sus afirmaciones no separen lo que en la realidad creada por Dios está unido y a esto se dirigen sus tesis sobre las estructuras acto-potenciales y a esto responde también su lenguaje de la analogía según proporcionalidad, que configura su comprensión ontológica de los diversos niveles de perfección de los seres»” (“Unidad según síntesis” en La síntesis de santo Tomás de Aquino. Actas del congreso de la SITAE Barcelona vol. 1, pg. 31).

“La importancia que Canals daba en sus clases de ontología a ambos elementos de doctrina, los conceptos aristotélicos de acto y potencia, ordenados a describir la composición del ente finito, y la teoría de la analogía, se explica por esta función unificadora, por la capacidad de dichos instrumentos conceptuales de resolver las antinomias y entender la unidad de lo que Dios ha hecho uno. El ejemplo supremo y analogado principal de esto, lo ve Canals precisamente en la unión hipostática, en la unidad de las naturalezas humana y divina en la persona de Cristo, que, según enseña el V Concilio Ecuménico, II de Constantinopla –Canals insiste-, es “unidad según síntesis”. Esto quiere decir que las dos naturalezas se mantienen íntegras, aunque formando un verdadero compuesto único.  En consonancia con tal modelo, santo Tomás explica síntesis análogas que se descubren en el hombre entre la naturaleza y la gracia, entre la razón y la fe, como lo es también en su orden la unión entre el cuerpo y el alma. En la medida en que la obra de santo Tomás se caracteriza así tan nuclearmente por la armonía de razón y fe, de naturaleza y gracia, de filosofía y teología, Canals lo califica como el doctor “encarnacionista” por antonomasia” (Cristiandad 932 (marzo 2009) p. 30).

En esta dirección de trabajar para la síntesis de la doctrina tomista, Canals realizó hacia los últimos años de su vida un esfuerzo especial del que quisiéramos reseñar principalmente dos cosas: la primera es la impulsión del Congreso de la SITAE  “La síntesis de santo Tomás de Aquino” que tuvo lugar en Barcelona del 12 al 14 de septiembre de 2002. La segunda es un trabajo insistente de formulación cada vez más adecuada de su modo de entender dicha síntesis, en un grupo de escritos que se mueven en dos líneas complementarias: por un lado escritos que caracterizan “lo sintético de la síntesis”, es decir, los rasgos unificantes y que son como piedras angulares del edificio, los caracteres más definitorios del talante, de los puntos de vista y del horizonte del pensamiento tomista; por otro lado, la empresa más “arquitectónica” de enunciar por orden, sistemáticamente, las tesis capitales de la filosofía de santo Tomás.

Este último intento culmina en una propuesta de 81 tesis, “a modo de invitación a la búsqueda de la síntesis filosófica de Santo Tomás”, que constituye, a nuestro juicio, otra de las aportaciones de más relevancia en el orden propiamente filosófico, puesto que se propone llenar lagunas importantes que dejaban las clásicas “24 tesis tomistas”, que, por su carácter más defensivo o polémico frente al suarismo, ignoraban aspectos esenciales y podían sugerir una comprensión sesgada del tomismo.

Eudaldo Forment, en el capítulo dedicado a Canals de su Historia de la filosofía tomista contemporánea, dice que en el pensamiento filosófico de nuestro autor “se encuentran como tres líneas maestras articuladas, que lo sostienen y lo unifican” (E. Forment op. cit. p. 441). Se refiere a la metafísica del conocimiento, la metafísica del ser y la metafísica de la persona. Hemos insinuado algunos puntos en relación con las dos primeras. De la tercera, sin duda igualmente importante, digamos solamente una cosa, que refleja más una actitud fundamental que un punto doctrinal, y que a la vez alcanza a todos los aspectos del pensamiento de Canals, y nos puede servir de conclusión: a Canals le importaba el hombre, el hombre real, de carne y hueso, y no podía admitir un sistema filosófico cuya conclusió fuese la negación del hombre. Canals decía a veces que la historia era más interesante que la metafísica, aunque la metafísica fuese más ciencia que la historia. Lo que pretendemos decir, se puede expresar quizás volviendo al comentario del p. Eusebio Colomer al capítulo sobre los “Praecognita” del libro Sobre la esencia del conocimiento, a saber, que en Canals hay como una “curiosa y significativa inversión del procedimiento seguido por Hegel en la Fenomenología del Espíritu”. En Hegel es la conciencia filosófica la que guía a la conciencia natural del hombre por un largo y doloroso camino hacia donde ella, la filosófica, se halla; en Canals ocurre lo contrario. “El primer presupuesto de la filosofía es el hombre con todas sus implicaciones ontológicas. Canals lo tiene bien claro y es por esto que reconoce como tesis extrañas a la filosofía las que no respetasen aquellos precognita fundamentales.”

Del prólogo a las obras completas