Curso de Teología [1º] (1999-2000) Introducción a la teología (2)
1. Apologética y teología fundamental (Barcelona, 28.X.1999)
Ya en los Evangelios y en los escritos de los Apóstoles encontramos muchos textos en que se arguye contra quienes desconocen «las obras» que Jesús hacía, y el cumplimiento en El de los prometido a los patriarcas de Israel y anunciado por los profetas.
Desde la edad apostólica y en especial a partir del siglo II, llamado el siglo de los Apologistas, se ha dado siempre en la Iglesia esta tarea de defensa y sostenimiento, en polémica con sus negadores, de que son creíbles y deben ser creídos los hechos en los que ha obrado Dios enviando a su Hijo al mundo por su encarnación por la que se hizo el prometido hijo de Abraham y de David.
Esta tarea se ha enfrentado, según las distintas situaciones y necesidades, a errores muy diversos, y a veces entre sí opuestos como contrarios.
Así hubo que defender «contra los judíos», la mesianidad y la divinidad de Jesús, el Cristo, el Hijo del Dios de Israel; y contra numerosas formas de herejías, de las «falsamente llamadas gnosis», la identidad del Dios de Israel con el Padre de quien Jesús se declara Hijo, la no oposición entre la Antigua y la Nueva Alianza, y, la realidad de la Encarnación, la bondad del universo creado y de la naturaleza humana, viciada por el pecado, pero regenerada por la gracia de Cristo.
Posteriormente, la apologética atendió a la presencia histórica la predicación cristiana, y a su eficacia benéfica y civilizadora en las sociedades humanas. Con el gran precedente de la obra de San Agustín De Civitate Dei, recordemos el «Discurso sobre la historia universal» de Bossuet, las obras de los apologistas del siglo XIX frente a la descristianización consecuencia de las modernas revoluciones. La obra de Balmes «El protestantismo comparado con el catolicismo en sus relaciones con la civilización europea» ocupa un puesto de primer orden en aquel género de apologética.
La tarea racional y demostrativa de la teología contiene también el conocimiento cierto de la existencia del magisterio infalible y auténtico como custodio de la palabra revelada, y el conocimiento de las fuentes en donde tales verdades se hallan a modo de «lugares» de que parte la argumentación.
De aquí que además de aquella dimensión tradicional apologética, ha tenido la teología que ocuparse del tratamiento de sus propios fundamentos, es decir, del hecho del conocimiento revelado de la palabra de Dios, y de la racionabilidad de su recepción por el asenso a la fe.
En esta perspectiva la Apologética sería una parte de la llamada Teología Fundamental, pero no agotaría todo su contenido, porque la teología se ha de ocupar de aquellas fuentes de la revelación y de la sistematización de los lugares teológicos, nombre que dio, especialmente a partir de un tratado de Melchor Cano, a los puntos de partida en que ha de apoyarse la argumentación científica de la teología, al modo que en toda ciencia de orden natural afirmaba Aristóteles que se ha de partir de verdades ciertas, no demostradas en ella, sino «preconocidas» a toda demostración.
Como efecto de la problemática filosófica que llevó durante muchas décadas a desplazar la metafísica de su carácter de «filosofía primera», que se pretendía sólo atribuirle a la «teoría del conocimiento», también surgió entre los teólogos la problemática acerca del carácter propiamente teológico de la fundamentación de la teología. Dado el carácter en sí mismo racional de los preámbulos de la fe, y de la naturaleza de hechos históricos de los motivos de credibilidad, sostuvieron algunos que una y otra tarea, la «apologética», y la «fundamentación de la teología», tenían que ser entendidas como ciencias históricas o epistemológicas, previas a la elaboración de la teología.
Pero algunos grandes teólogos contemporáneos, en especial Garrigou-Lagrange en su tratado De revelatione, y en general los seguidores de la corriente tomista, han mantenido la doctrina tradicional sobre la naturaleza teológica de la llamada teología fundamental, analógicamente como Santo Tomás atribuía a la metafísica, que contempla la verdad universal del ente, el considerar la relación del hombre al conocimiento de la verdad (In Met., nº 273).
Este curso está orientado y sistematizado según este concepto teológico de la «teología fundamental». Además he tenido en cuenta, además, la concepción de Bartolomé María Xiberta sobre la naturaleza correcta de una «introducción a la teología», que expone en su Introduction in Sacram Theologicam (Barcelona: Herder, 1964. p. 119-123).
«La teología en modo alguno reconoce como fundamento de sí misma una demostración racional de la credibilidad de la fe cristiana».
«La demostración teológica de la credibilidad de la fe cristiana no ha de tratarse como parte fundamental, sino en parte insertarla en distintos momentos en el sistema teológico, y en parte tratada por sí misma».
«No hay pues, propiamente una teología fundamental sino sólo una introducción que en lo que sea posible se ha de limitar a aspectos meramente formales de la sistematización de la teología».