La Montaña de San José (Enero de 1993)
En el centenario del Breve Neminem fugit del papa León XIII (14 junio 1892) sobre la devoción a la Sagrada Familia de Nazaret se convocaron unas jornadas de estudio y reflexión en el Centro de Espiritualidad de Begues (Barcelona) -que lleva el nombre de Josep Manyanet- de la congregación de religiosos Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José.
Las jornadas se desarrollaron los días 8 a 11 de septiembre del corriente año y a ellas concurrieron asistentes de muchos países. El organizador de las jornadas fue el P. José Mª Blanquet, Superior General de la Congregación fundada por el Beato José Manyanet.
Por haber tenido el padre Blanquet, organizador de las jornadas, la delicadeza de invitador de las jornadas, la delicadeza de invitar también a algunos seglares a las Jornadas, tuve la oportunidad, en diálogo con la ponencia desarrollada por el padre Román Llamas de expresar un punto de vista muy central en la devoción a San José.
El aspecto a que me refiero es el de la afirmación de que José, en razón de su íntima unión a Jesucristo y a su Madre Virgen, y a su fiel servicio a la obra redentora, fue glorificado por Dios mediante la resurrección corporal para vida inmortal, siendo José uno de aquellos santos aludidos en el Evangelio de San Mateo (27, 52-53).
Aquí mismo y en estos días, y por atención del padre Carrillo de Ojeda, que organizó en Méjico el último de los Congresos Internacionales Josefológicos, en 1989, he podido leer directamente una obra muy significativa en la tradición de la teología Josefina: «Las Excelencias de San José…» del padre Pedro de Torres, de la Compañía de Jesús. Publicada en Sevilla en 1710, podemos leer en esta obra (XII, V, 50):
«Haciendo Jesús, María y Joseph una Trinidad misteriosa, y retrato de la divina, y estando en el Cielo resucitado los Cuerpos de Jesús y María, no hicieran Trinidad perfecta, estando el uno en el polvo de la Tierra. Esta opinión se ha hecho ya tan común entre los autores, que ya no hay quien no la siga, y más teniendo dos tales Patrones como San Bernardino de Sena y San Francisco de Sales, que no sufre que esto se ponga en duda, y así dice: San Joseph, pues está en el Cielo en Cuerpo y en Alma, sin duda».