Este artículo no pretende sugerir que todas las circunstancias históricas y sociales sean idénticas; ni que sólo se de prudencia en las autoridades de la Iglesia cuando éstas adoptan actitudes de rotunda claridad y de total intransigencia. Quiere decir, ciertamente, que es falso que no pueda la prudencia cristiana exigir en determinadas circunstancias aquellos modos de Gobierno. Y también que es un criterio de falsa prudencia mundana aquel que lleva a combatir o a despreciar a los Papas, a los prelados o a los pastores y teólogos, o a los dirigentes laicos de los movimientos de ciudadanos católicos que se crean obligados en algunos casos a ejercitar la valentía y la fortaleza cristiana en defensa de la verdad y del derecho.