8. Creo en un solo Dios, Creador de lo visible y lo invisible

Curso de Teología [1º] (1999-2000) De Dios Uno (2)

8. «Creo en un solo Dios, Creador de lo visible y lo invisible» (Barcelona, 9.XII.1999)

Creación de Adán, Miguel Ángel (Capilla Sixtina)

Creación de Adán por Miguel Ángel (Capilla Sixtina)

Ya desde los siglos primeros de la Iglesia se va expresando en los símbolos, con insistencia, que el mismo Señor único que se reveló a Israel y dio la Ley a Moisés y habló por los Profetas es el creador de todo, lo visible y lo invisible, del universo material y del hombre.

A esta profesión va ligada muchas veces la de que el mismo Dios que dio la Ley a Moisés, el Dios de Israel, es el Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Reiteradamente a lo largo de los siglos la Iglesia ha tenido que condenar a los que distinguían y contraponían al Dios del Antiguo Testamento, creador, Señor del universo, el Dios del Nuevo Testamento, nuestro redentor.

Una corriente de apariencia múltiple, pero unitaria en la intención de hostilidad y desprecio al Dios creador y a su obra, se muestra ya desde los tiempos apostólicos. A ella alude el Apóstol San Juan:

«Muchos falsos profetas salieron al mundo. Conoced en esto el espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne es de Dios» (I Ioann. IV,2).

El Apóstol San Pablo anuncia también proféticamente esta corriente perversa:

«El Espíritu abiertamente dice que en los tiempos futuros se apostatarán algunos de la fe, oyendo espíritus engañosos y doctrinas diabólicas, inducidos por la hipocresía que algunos impostores…, que proscribirán el matrimonio y el uso de manjares que Dios creó… porque toda criatura de Dios es buena» (I Timot. IV,1-4).

Para captar la intención perversa de esta hipocresía en relación a cierto manjares y al matrimonio, conviene conocer las doctrinas de las gnosis especialmente de Marción, precursoras del «maniqueísmo», el sistema que profesó San Agustín durante un tiempo, y que a lo largo de los siglos se reprodujo, por ejemplo en los catharos del sur de Francia.

Escribe San Ireneo en su tratado «Contra las falsamente llamadas gnosis», describiendo la doctrina de Saturnino:

«Vino Cristo para la destrucción del Dios de los judíos, y para salvar a los que creyeran en Él…, adversario de los creadores del mundo, especialmente del Dios de los judíos» (Contra haereses I, 24,2).

Y describe también así la gnosis de Basílides:

«El Padre ingénito e innominado (distinto y opuesto a Yahweh), envió su primogénito para librar a los que creen en Él de la potestad de quienes crearon el mundo» (Ibidem, 4).

Esta hostilidad a la naturaleza creada y a su Creador, falsamente encubierta como mensaje de Cristo tuvo su expresión más radical en Marción, que pretendía apoyarse en San Pablo al escribir sus Antítesis en que contrapone el Evangelio de Cristo al Antiguo Testamento, por esto, sus seguidores y otras sectas gnósticas veneraban a todos los que, en los libros del Antiguo Testamento, eran presentados como malos, porque estos eran los enemigos del Dios poderoso, autoritario y tiránico que eligió a Israel para someterle a su Ley:

«A Caín y a los que le son semejantes, a los Sodomitas, a los Egipcios y a todas las naciones que anduvieron en malignidad, las presenta como salvadas por Cristo… A Abel, Enoch, Noé y a los justos que con el patriarca Abraham agradaron al Dios de Israel, no trajo Cristo su salvación» (Ibidem, I, 27,3).

Muchas dimensiones de nuestra mentalidad están atravesadas por este dualismo: no sólo se sustantiviza el mal y se afirma su carácter de principio eterno del universo, sino que con frecuencia, como denunciaba el Profeta Isaías, se llama bueno a lo malo y malo a lo bueno. Para ello se caricaturiza lo bueno en un esquema de principios opuestos coelementales y correlativos, al modo como refiere Aristóteles de algunos pitagóricos que afirmaban una década de principios opuestos:

«Determinado-indeterminado; impar-par; uno-muchos; derecha-izquierda; masculino-femenino; estático-cambiante; recto-curvo; luz-tinieblas; bueno-malo; cuadrado-oblongo» (Met. Libro alfa, cap. V).

En toda la línea que va de las gnosis al maniqueísmo, y que en los siglos modernos ha tenido multitud de expresiones filosóficas, ideológicas y políticas, se juega con una confusión -en la tabla descrita por Aristóteles no se distinguen oposiciones privativas, de oposiciones contrarias, y oposiciones contradictorias, por lo cual la misma tabla pitagórica es una fuente de falsas argumentaciones sofísticas- que en el mundo cristiano trató de contraponer en las mismas Sagradas Escrituras los mensajes del Antiguo y del Nuevo Testamento.

En la hostilidad a lo material y natural los dualismos heréticos se enfrentaban engañosamente a Dios Creador y Redentor. Su pretendida austeridad, como denunciaba San Bernardo en los catharos de su tiempo «sólo encontraba deshonesto el matrimonio». Según los maniqueos es la generación de los hijos lo que «esclaviza el espíritu a la carne», es decir, entendían como espíritu la libertad frente a la ley natural, y como carne la naturaleza humana tal como Dios la constituyó.