Francisco Canals Vidal
Barcelona, 1981
PPU, 227 páginas
El presente volumen recoge trabajos diversos en su contenido y muy distantes en el tiempo por el momento en que fueron redactados y publicados. El primero de ellos, el estudio sobre «El entendimiento agente», aparecido en el primer número de la revista Convivium en 1956, fue escrito en 1954 y posteriormente refundido. El último fue publicado también precisamente en el último de los números publicados de la revista Convivium en 1978.
La decisión de reunirlos ahora en un volumen, no intentando refundirlos en un único trabajo sistemático, sino presentándolos simplemente en su sucesión cronológica, responde a una motivación surgida directamente en el aula y en diálogo con los universitarios, que en los últimos cursos y en el presente han colaborado conmigo en los seminarios sobre «La prueba ontológica», «Analogía y Dialéctica», y «Crítica trascendental y Ontología fundamental».
Pienso que si este libro, que es una oferta al diálogo, por ser también resultado y recuerdo de un diálogo prolongado a lo largo de muchos años, puede tener algún interés y utilidad para cualquier lector interesado por las cuestiones filosóficas fundamentales, es precisamente por este carácter, común a todos los trabajos que incluye. El hilo conductor especulativo se conexiona íntimamente con la perseverancia en una reflexión que me ha ocupado, con diversas matizaciones y contenido, ya con anterioridad a mis años de docencia de la Teoría del Conocimiento (profesada desde 1958 a 1966) y a lo largo de mis cursos de Metafísica.
Desde los primeros tiempos de mi formación filosófica, orientada en la tradición tomista bajo el magisterio de Ramón Orlandis y Jaime Bofill, dirigí mi atención al «problema crítico», y fui fuertemente influido por el planteamiento de Joseph Maréchal en «Le point de départ de la Metaphysique». Pero, casi desde el comienzo de esta etapa, la presentación que del tomismo hace el autor en su confrontación con la filosofía crítica me pareció afectada de cierta unilateralidad, tal vez debida a una lectura de Kant por parte de Maréchal demasiado ambientada en un contexto neokantiano, «epistemológico» y en cierto modo «logicista».
La superación del formalismo del criticismo trascendental por el dinamismo de la operación intelectual se me mostró como una empresa sólo realizable desde una reflexión sobre el «ser» mismo del sujeto pensante, que llevase así a la «Ontología del conocimiento» a una «consideración de la referencia del hombre a la verdad del ente», como autofundamentación ontológica de la Ontología.
Este primer esfuerzo por justificar ontológicamente la «trascendentalidad» del hombre, como ente cognoscente de las cosas en su ser, se expresa en el primero de los estudios aquí incluidos, titulado «El lumen intellectus agentis en la Ontología de Santo Tomás». Anterior a mi tarea docente, en él se recoge mucho de mi diálogo con mis maestros, y su publicación viene a ser para mi como un nuevo recuerdo y homenaje a ellos.
Dada mi actitud ante un «trascendentalismo» vuelto de espaldas al «ser» del «alma cognoscente», me interesé por la interpretación ontológico-fundamental de la «Crítica de la razón pura», contenida en la obra de Heidegger en «Kant y el problema de la Metafísica», cuyos temas me ocuparon en algún curso de la disciplina: Teoría del Conocimiento. Los trabajos «sobre el sentido de la revolución copernicana» y la «deducción subjetiva» recogen alguna de aquellas reflexiones, realizadas en diálogo con los universitarios con quienes conviví muy profundamente aquellas interrogaciones.
Desde las convicciones de un aristotelismo tomista, y a partir del germen contenido en el estudio sobre el entendimiento agente, está realizado el trabajo que titulo «sobre el punto de partida y el fundamento de la Metafísica», que recoge los nueve primeros capítulos de un escrito sobre «Concepto, método o fuentes de la Metafísica», presentado en 1966, y publicado después con el título «Para una fundamentación de la Metafísica» (Publicaciones Cristiandad, Barcelona, 1968). Las líneas esenciales de su desarrollo habían sido ya propuestas como temario de un curso de Teoría del conocimiento en 1963-64.
El trabajo siguiente sobre «Analogía y Dialéctica» contiene, en forma de sugerencia «implicativa» más que de explicitación sistemática, una toma de posición que confronta la analogía aristotélica y la dialéctica hegeliana, entendidas ambas como dos opuestos métodos dirigidos a desarrollar un pensamiento sintético que abarque la totalidad de lo real. Veo la dialéctica como un movimiento al que el pensamiento se ve abocado desde la caída en los unilateralismos y rigideces de un univocismo estricto, que es el correlato, en, la objetivación ontológica, del imperio del inmediatismo intuicionista, que condiciona así, como ha notado Heidegger, el mismo punto de partida de la dialéctica de Hegel. Es éste un tenla, expresado germinalmente en este trabajo, sobre el que he vuelto posteriormente en cursos posteriores y del que tendré todavía que ocuparme.
El último de los trabajos incluidos en este libro vuelve, desde una perspectiva diversa, más directamente referida al hombre y a su verdad, a un tema que en el fondo da sentido a todas las cuestiones de fundamentación tratadas en otros trabajos: La universalidad no es razón constitutiva de la inteligibilidad. Lo universal «en las cosas materiales» es inteligible, y lo singular material como tal carece de inteligibilidad, por cuanto lo inteligible como tal es propiamente el espíritu. Lo «espiritual» subsistente, la «persona» tiene «verdad», en el sentido de la verdad del ser, con mayor plenitud que las objetividades universales de la ciencia referida al mundo de la «naturaleza». Tengo la convicción de que el mensaje contenido en «Verdad trascendental y subsistencia espiritual en Santo Tomás», por sorprendente que pueda parece desde la perspectiva de una falsa tradición o desde un cientificismo con pretensión de modernidad, brota en forma muy originaria de las fuentes que dan vida a la obra misma de Santo Tomás, y en las que se habían nutrido muy auténticamente los maestros que dieron estímulo y orientación a mi pensamiento.
A modo de complemento o apéndice incluyo un trabajo inédito, escrito en 1959, que no trata de fundamentación, sino que se ocupa de la cuestión, nuclear en la «teología natural», y conexa por lo mismo con temas centrales de «ontología trascendental», sobre la definición metafísica de Dios. Se titula «El “ipsum esse subsistens” como esencia metafísica de Dios», y su lectura puede tal vez ser útil para llevar al lector a una perspectiva que me parece privilegiada para la comprensión del sistema de pensamiento metafísico de cuya fundamentación se ocupan los trabajos reunidos en este volumen.
Francisco Canals Vidal